viernes, 27 de agosto de 2010

El secretismo no ayuda a la exclusividad

Mira que yo sé que las mujeres somos complicadas de entender, pero los hombres últimanete se llevan la palma...

Esta pasada semana han sido las fiestas de mi pueblo, y después de dieciséis años, que se dice pronto, de no dejarme caer por allí por mi inquebrantable normal de no frecuentar concentraciones urbanas de menos de 50.000 habitantes, me dio la neura, y con mis deberes bien hechos (ya sabía quien iba a subir), me cogí el coche y la noche pre-pregón me plante allí, después de subir las 98 curvas de la carretera.
Han sido cinco días muy intensos, el que tenga pueblo y lo frecuente ya sabrá que el deporte nacional es el bebercio, que vale cualquier hora y que en estos sitios después del café se empiezan con las copas, nada de medias tintas ni tintos de verano que valgan.
Yo tenía un objetivo bien fijado, un vecino de calle al que tenía echado el ojo desde febrero (me lo tomé con calma), que al final acabó cayendo, con desastrosas consecuencias que ahora relataré.
El viernes, primera noche, me encontré a mi folla-amigo más veterano, que no juega en división de honor pero se las apaña bastante bien, el caso es que terminamos en el aljibe del siglo XV de mi pueblo un poco antes de que saliese el sol.
Hirió mi amor propio de la peor manera posible.
Y yo que me quiero mucho, y hay ciertas cosas que, aunque vaya bebida, no me gusta oír un pelo, me decidí a pasar de él.
Que antepongan unos cuadrúpedos cornudos, a pasar noches enteras de placer junto a mi… que me diga alguna si le parece bien, por muy torera que sea. Que a mi me gustan los toreros, no los toritos. Esa fue la excusa barata que me dio el primer día de fiesta, así que volví a mi objetivo primigenio, “el chico del mechero”.
Fue difícil, y duro, y pasé esa vergüenza que no pasaba desde los diecisiete años cuando es tu amiga la que entra al chico que te gusta porque tu no puedes articular palabra. Todos los chicos de su peña se confabularon para dejarnos solos en la oscuridad de “las eras” de mi pueblo y al final tras “aclarar” que no quería casarme con él y que no iba a interponer una demanda por asalta cunas, acabamos en mi casa, no tan romántico como el aljibe, pero sí más cómodo, que tengo un moratón para demostrarlo.

Estuvo muy bien, mejor que con el primero, es extrañamente una de esas relaciones que sigues teniendo sin saber muy bien por qué, aunque sepas que no van a ningún lado, ni bueno ni malo.

Hubo hasta sesión de cama de las que me gustan, con charla sobre cosas insustanciales, y sin la dichosa pregunta de la regla del tres, aunque debo decir, con un poco de vergüenza, que el alcohol, el sueño, o mi constipado que ha ido agravándose cada día más (hasta provocarme sordera), no me dejaron llegar al tan ansiado orgasmo, pero de verdad que el chico le puso ganas, tantas que no me importaría repetir, aunque al día siguiente me pasé por su peña y ni me miró a la cara, y los desgraciados de sus amigos intentaron encasquetarme a otro, ¡así es mi pueblo: folla con quien puedas, quieras o no quieras! Es como el refrán de la fea, que folla siempre con muchas ganas porque no sabrá cuando será la próxima.

Lo importante de todo, es por lo que tengo el mayor cabreo del siglo y no he escrito sobre mis apasionantes noches de sexo quasi salvaje en mi pueblecito, y he dedicado este post a mi (ahora) exfolla-amigo.

Si os pongo en antecedentes, y os digo que el semental en cuestión tiene treinta y cinco añazos, vais a flipar tanto como yo he flipado al leer la conversación que hemos mantenido por Msn hará media hora.
Perlas como: por respeto a mi, y a mi pueblo no deberías haberlo hecho. Ahora ya no volveré a enrollarme contigo, lo intuía pero no te creía capaz de decírmelo, y la mejor de todas:
-Si subes el sábado por mi como si te tiras a medio pueblo.

Igual que si hubiese sido infiel a mi novio.

Lo que más me duele es que le daba vergüenza que nos vieran en público juntos, que nos hemos estado liando desde hace mucho tiempo y nadie sabía nada, que siempre quedábamos en su piso ¡y ahora me viene con estas!
¡¡Si parecía que me estuviese despidiendo de mi trabajo en vez de cortar una relación inexistente!! (se merece dos exclamaciones). Le ha faltado la frase de:

- Un cordial saludo: la junta directiva.

¿ Por qué no conozco tíos normales con la edad mental correspondiente a los años que llevan andando sobre la tierra?

En fin, ya vendrá pidiendo pan, que dos bolsas llenas le tengo preparadas.




Otro día os cuento el resto, que ya me estoy alargando demasiado.

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